Dar la Hora
Ciclo Un Tren que se Perdió
Galería Mano de Monja
por: Sebastian Gil Muñoz
Y el reloj dejó de marcar la hora
Septiembre 11 del 2001, 10 con 2 minutos un avión se estrellas contra una de las torres gemelas,
impacto, silencio sepulcral… cada persona que asistía al espectáculo televisado no encontró palabra.
El reloj marcó las 12:1 minuto y ya es año nuevo, fuegos artificiales iluminaban la bahía de Valparaíso y de paso nuestro rostro.
Marcaba el minuto 90 y levantábamos las manos en señal de una merecida victoria frente a España, ese 18 de junio a las 5 : 51 minutos hora de Chile
19 : 30 en casa/hostal Mano de Monja, Natalia Moya inaugura. El reloj dio la hora y nuestra historia da un giro.
1 .El reloj, objeto del tiempo.
Natalia muestra el objeto llamado reloj, ese circular que da las horas, minutos, segundos, un movimiento estable, constante, repetitivo como cada una de nuestras rutinas. El objeto ha dejado su función, dar la hora, para esta vez, ser observado desde la pulsación, del ritmo. El minutero pasa a ser un metal que se mueve desde un centro. La utilidad funcional del objeto queda anulada pasando a ser objeto de contemplación. Natalia interviene, lo maquilla como dándole una manito de gato y lo dispone. La pintura blanca, que utiliza, borra los números y con ello las referencias, entonces ya no hay hora, no hay tiempo, sino ritmo. La utilidad anulada pasa a ser objeto y su movimiento vuelve al trayecto circular una y otra vez.
2. El arte con hechura china
Fino finlandés o chino chulo, le pregunto a Moya, un domingo a la hora de almuerzo. Para aquellos que la conocemos es fácil la respuesta, me lo dice el Felipe Camiroaga versión toalla que se encuentra a la entrada de su baño.
Cuando vemos exposiciones en las cuales se utilizan objetos corrientes, nos resultan familiares porque son elementos que utilizamos a diario; un embudo, un reloj de pared, palo de escoba. Cuando compraba, dice Natalia, “reflexioné por el gusto del plástico, creo que es por los colores, porque en el plástico encontrai esos colores idiotas”
En Valparaíso las tiendas chinas llegaron para quedarse, era que no, si venden cosas tan baratas. Son variadas las muestras que recorro en donde veo el uso del objeto chino, los artistas chilenos buscan en estos objetos un modo contemporáneo de hablar, ahí están con sus colores, con sus, casi inútiles usos, nos gusta la chimuchina, la cosa rara.
Esta mañana encontré una cita que me pareció curiosa apropósito de China, dice así:
A pesar del estereotipo occidental de China como nación en la que el trabajo, la productividad y la industria se reverencian como los mayores ideales, en épocas de Confucio el ocio no constituía una subcultura sino que formaba parte integral de la cultura. Los caballeros del periodo se dejaban crecer las uñas como prueba de que no necesitaban trabajar con las manos. A decir verdad, el confusionismo despreciaba el trabajo arduo e idealizaba, en cambio, el ocio y la falta de esfuerzo. En asuntos militares, los antiguos chinos sostenían que un buen general obliga al enemigo a agotarse y espera la oportunidad adecuada para atacar, usa las circunstancias para su propia ventaja y desarrolla la menor actividad posible. Esta noción es la opuesta a la idea occidental de tratar de lograr algún objetivo predefinido con un inmenso despliegue de fuerzas y esfuerzos. Resulta paradójico, en consecuencia, que a pesar de la extensa historia de China en lo que respecta a aceptar el ocio, esa nación se conciba en la actualidad como la fabrica del mundo.
(El arte y la ciencia de no hacer nada, Andrew J. Smart, Pág. 24)
Cuando uno entra a una de estas tiendas, sobre todo la que está en Pedro Montt, que parece un paseo chino, y ve la cantidad infinita de cosas, de colores, de diversos tamaños, no puede no utilizarlos aunque no sepa para qué. Ahí está la linterna imantada, el cuadernillo con brillitos, el sopapo, las flores falsas, la máscara de brujas, el oso panda, los blue jeans, el ventilador etc. Todo por 990 o incluso menos. Uno no se alcanza a preguntar por su durabilidad, por cuál fue su costo de producción, por el significado de que cada cosa hecha por un chino esté aquí en Chile, en Valparaíso. Uno va pregunta a un chino que atiende el negocio, por uno de sus productos, pidiendo, por ejemplo, más embudos rojos, que ya no quedan en la estantería, y éste solo indica en forma negativa balbuceando un No más. Esta persona está aquí en Chile, en Valparaíso, sin saber hablar español, trabajando los productos hechos por la nación que lo vió nacer. Y nosotros aquí viendo y utilizando los productos para dar cuenta del estado de las cosas, o sea, haciendo un arte de nuestro tiempo.
Valparaiso al dente
Vivimos en una ciudad a punto de caerse, a punto de quemarse, a punto de ahogarse, a punto de autodestruirse. Un punto latente, expectante de que algo pase, de que un avión surque los aires y se estrelle contra la ciudad. Según yo, no da para largas proyecciones, menos para una estabilidad.
En la sala de Mano de Monja qué vemos? Un arte que se puede caer, que se puede quebrar, que se puede cortar en cualquier momento, nuestros pasos en la sala ya hacen que la obra vibre al igual que toda la casa.
3. Breve Metodología para hacer un arte.
Despertar, ir a la feria, fotografiar, volver, revisar las fotos, re encuadrar imprimir y volver a despertar.
Samba, cuando hables de mis fotos lo primero que tienes que decir es entender que son fotos, por eso las pongo así. Me señala Natalia con su mano en dirección al muro que más le gustó de su exposición. Aquí hay fotografías impresas por ella en formatos caseros, puestas en forma vertical pero pegadas al muro desde una arista del papel, y no utilizando el área total. Esto lo hago en clases para remarcar la idea de que esto es una imagen sobre un papel, no es real, no es el objeto reloj, es su imagen fotografiada e impresa. Yo pienso, si obvio, pero qué tan obvio será?.
DAR LA HORA es una exposición haciendo equilibrio en lo inestable de nuestro tiempo, de nuestra ciudad, de nuestro trabajo, de nuestras costumbres, y lo hace con humor, una forma que varios hemos escogido para asumir la derrota, con una bandera blanca que flamea en nuestra mano mientras todo pasa.
Dar la hora de Natalia Moya nos invita a fijar nuestra atención en la fragilidad de nuestra memoria, en la inestabilidad del soporte que nos indica el tiempo, en la inevitable perdida del presente.
Sensualidad desbordante en la nueva expo de Natalia Moya
por La Juguera Magazine
5 Agosto 2016
Revista Balam
por Balam
Suave
por Daniela Parra
http://nataliamoya.cl/wp-content/uploads/2017/07/SUAVE_low.pdf
El Paisaje y la Psique
por: Red Nacional de Arte
Zapato Warro
por: Johan Mijail
Una imagen es siempre una pregunta, una interpelación al momento y contexto cultural donde aparece. Aguardan las imágenes una memoria potenciando así el registro del gesto. Hay en la imagen siempre una operación, un desborde. Significaciones. En las imágenes fotográficas un pensamiento, un texto capaz de interpelar el lugar de confort de quien/es la/s mira/n. Son una afirmación o una negación, una estrategia por producir deseo, conmoción o nada. En la horrorosidad de la imagen capturada por la artista porteña Natalia Moya, en cambio, aparece un cuestionamiento por un lugar específico: periférico, travesti y exagerado en una fiesta en la orilla de una playa -fría y agresiva como las del océano pacífico-, escenificando la pobreza y lo que eso implica. El agotamiento por un aquí temporal construyendo, o quizás, destruyendo el carácter de relámpago inmaterial del destino de una noche bailable en cualquier momento de la vida. Son estas imágenes fotográficas una interrogación por la belleza que deberíamos ver, parece, en el kitsch y el mainstream de Calzados Beba o lo Maden in China. Hay aquí un detenimiento en las cosas que el lenguaje visual como medio permite transmitir frente a un contenido seleccionado. Generando lecturas porque todo, siempre, es especulativo. Un amigo marica me contó una vez que Coco Chanel veía el aura de las personas en sus zapatos. Pero aquí veo, particularmente , un extravío de referencias estéticas y un vuelo libre a la rigidez del carácter de lo sensible. Una interpelación paradójica a lo que me interesa mirar y quizás ahí se explica todo: la lengua y su estado como un efecto de la caída de las formas representaciones de la época desastrosa que vivimos para la ecología y el planeta y el proceso que genera casi siempre la fragmentación nominativa de las palabras que nombran la historia.
Nos recuerda, quizás, que la vida no es sagrada pero queremos poner en evidencia, siempre, todo ese glamour pobre que tenemos como latinoamericanos porque al final pretendemos llevarnos a alguien a la cama o simplemente «tasar» la particularidad de alguien. Moya me contó que hizo estas fotografías porque todos bailaban en esa fiesta y ella no supo cómo ponerle movimiento a esos ritmos, que seguro eran una bachata de Romeo Santos, el dominicanyork moreno y sensual que tanto le gusta y que vendió en contexto de récord los boletos cuando vino el verano pasado al festival de Viña del Mar.
En fin, las imágenes siempre deberían de impugnar algún dogma en su potencialidad de ritual, separándonos , de alguna forma de lo profano. Conducirnos a las palpitaciones de un alma viviente y vivida de manera extrema, la mera vida que sobrevive el impetuoso pero privilegiado lugar en que nos hayamos. Porque, independientemente de todo, la pasamos muy bien.
Johan Mijail
Santiago de Chile, julio 2015.